Quito, 21 de mayo de 2008
Señoras y señores
Miembros de la Directiva de la SEDE
Escritoras y escritores del Ecuador.
Presentes.
De mi consideración:
El día de ayer, 20 de mayo, he sido informada verbalmente (al encontrarnos por casualidad en un evento literario) por Sheyla Bravo de que cuatro de los miembros de la directiva de la SEDE, el Vicepresidente Ing. Humberto Vinueza, ella misma, vocal de la SEDE, su hermana Leonor Bravo, también vocal de la SEDE y el Dr. Simón Zabala, síndico, renunciarían en bloque en razón de que yo –según ella dijo- he realizado declaraciones contra la Casa de la Cultura Ecuatoriana y su Presidente a través de Internet, lo cual les ha dejado a las cuatro personas mencionadas en mal predicamento frente a dicha institución, y todo esto sin que yo haya consultado a la directiva, a la que ellos pertenecen.
Me ha sorprendido esto muchísimo y me ha afectado, debo decirlo, por cuanto he mantenido una amistad de mutuo respeto y gran afecto con las hermanas Bravo desde 1974 y también con Humberto Vinueza y Simón Zabala, por lo que me pareció improcedente y de poca delicadeza una actitud tomada sin un diálogo previo, luego de que durante los meses que yo he presidido esta directiva, propicié un trabajo en equipo, de diálogo y consenso constantes. Yo creo haber procedido con toda consideración, además de abrir las puertas de mi casa para las reuniones de trabajo y haber brindado mi amistad y apoyo en todo momento a dichas personas; esperaba una correspondencia.
Me ha sorprendido sobremanera, dado que yo no he realizado ninguna declaración ni personal ni a nombre de la SEDE en contra ni a favor de la Casa de la Cultura ni de su Presidente. Esto, ni por medios electrónicos ni en entrevistas a medios de comunicación. Debo puntualizar que estuve dos semanas en Cuba y que retorné la tarde de este lunes 19 de mayo. Durante las dos semanas, no abrí la dirección electrónica de la SEDE en ningún momento.
Hasta hoy no daba crédito al asunto, pensando que era una broma de mal gusto, pero hace media hora he recibido una carta de Leonor Bravo en la que señala que ella mantiene una relación laboral desde hace tres años con la Casa de la Cultura y que desde la dirección electrónica de la SEDE se han enviado declaraciones en contra de la CCE, por lo cual renuncia la vocalía de la SEDE en forma irrevocable.
Con todo esto, concluyo que las cuatro personas mencionadas -desde luego en su pleno derecho- consideran más importante su relación con la Casa de la Cultura y su Presidente que su compromiso personal de trabajar en el equipo directivo de la SEDE y en los proyectos que estábamos impulsando a favor de todos los escritores y escritoras del Ecuador, y desde luego, mucho más importante que la amistad con mi persona. Esto es lamentable y muy doloroso para mí, pero al menos queda claro.
Con estos antecedentes, me adelanto a presentar yo mi renuncia irrevocable y pública ante el Vicepresidente Ing. Humberto Vinueza, quien deberá asumir la Presidencia, ante los compañeros miembros del equipo directivo y ante los escritores y escritoras del Ecuador.
Creo que es importante añadir que agradezco sobremanera a quienes se pusieron la camiseta de esta lucha por mejorar todos los aspectos del quehacer literario y las condiciones de vida y de trabajo de quienes realizamos este quehacer. Agradezco en primer lugar a Tania Roura, quien trabajó generosa e incansablemente en estos meses; en especial al empeño, generosidad, empuje e ideas de Sheyla Bravo. A Carlos Vallejo, y también a Carmen Inés Perdomo, Elsy Santillán Flor, Leonor Bravo, Nelly Córdova, Carlos Garzón, Humberto Vinueza, Simón Zabala, Iván Oñate, Aleyda Quevedo y Jorge Pasquel, y a quienes pusieron de uno u otro modo, con su presencia, conocimientos, ideas, anécdotas y sugerencias sus granos de arena. Agradezco a quienes en mí confiaron y dieron sus ilustres nombres para conformar el Comité de Honor de esta directiva: Jorge Enrique Adoum, Miguel Donoso Pareja, Efraín Jara Hidrovo, Eugenia Viteri y Alicia Yánez.
Lamento que en un momento en el que se empezaban a ver los primeros frutos de esta gestión ardua y difícil y contracorriente se produzca esta desagradable situación, y para evitar el colapso definitivo de la SEDE, es que renuncio.
Toca señalar que esta directiva encontró la SEDE en una situación de abandono total, en la que lo único que recibí fue una lista de los 260 miembros con el número telefónico de apenas 12 de ellos. Ningún recurso de ningún tipo. Sin local, sin un centavo en caja, ni una hoja de papel siquiera. Cabe también resaltar que por las funciones realizadas no he recibido ni un centavo, no me he tramitado ni palanqueado ningún viaje ni prebenda alguna, sino que, al contrario, he dado mi tiempo, mi experticia en promoción cultural y elaboración de proyectos, mis conocimientos e ideas, mi nombre y mis contribuciones económicas. (Varios miembros de la Directiva también pusieron sus cuotas). Todo, estando totalmente en el desempleo, pues tampoco he buscado ubicación en el Estado ni en la empresa privada ni he aceptado propuestas de trabajo para dedicarme a la SEDE, como bien saben los compañeros y compañeras, y que lo he realizado a pesar de mi estado de salud y del accidente que sufrí en enero.
Elaboraré en los próximos días el informe de labores que los compañeros escritores y escritoras creo que merecen conocer.
Atentamente,
Natasha Salguero Bravo
jueves, 22 de mayo de 2008
ROURA RENUNCIA A LA SEDE
Con mis fraternales saludos, pongo en conocimiento de los miembros mi
renuncia a la Secretaría de la SEDE y mi desafiliación de la Sociedad
Ecuatoriana de Escritores.
Señora
Natasha Salguero
Presidenta,
Sociedad Ecuatoriana de Escritores
Presente.
De mis consideraciones:
El día de ayer he sido informada que cuatro de los miembros de la
directiva de la SEDE, la Señora Shiela Bravo, la señora Leonor Bravo,
el ingeniero Humberto Vinueza y el doctor Simón Zabala, han expresado
su descontento en cuanto a mi actuación como secretaria de la sociedad
de escritores, porque consideran que me extralimitado en mis funciones
al reenviar a los socios una carta abierta del doctor Fernando
Tinajero y contestar preguntas, de la periodista Ana Minga, del
Comercio, a quien pediré aclarar que mis respuestas fueron a título
personal. En el primer caso, consideré que la carta, viniendo de un
destacado gestor cultural, como es el doctor Tinajero, era
información importante para los escritores, independientemente que
esté de acuerdo o no. Pero asumo como un error el reenvío por no estar
autorizada para hacerlo, en el segundo: dar mis opiniones sobre temas
culturales es un derecho que no estoy dispuesta a ceder. Estas dos
actuaciones mías han suscitado, no solo el descontento de los cuatro
directivos sino también su indignación a tal punto que han decidido
renunciar en bloque.
Ninguno de los cuatro me ha dirigido personalmente las indignadas
críticas, pese a que tienen mis teléfonos, mi dirección y mi correo
electrónico, pero si lo han hecho con terceros, algo que no esperaba
de compañeros leales. Por esta razón me permito presentar ante usted
mi renuncia irrevocable como secretaria de la SEDE y pedirle
comedidamente, retire mi inscripción como miembro de la SOCIEDAD
ECUATORIANA DE ESCRITORES.
Siento no poder seguir cooperando para tratar de resucitar una
organización gremial que estaba en coma cuando la actual directiva se
hizo cargo y a la que le he brindado, durante casi un año, muchísimo
de mi tiempo, de mis conocimientos y hasta algo de mis exiguos
recursos, pues soy desempleada y no recibo auspicio ni beneficio de
ninguna institución pública, autónoma o privada.
Espero que mi renuncia sirva para tranquilidad de los directivos y que
la SEDE se afiance y logre sus mayores éxitos.
Tania Roura Machuca.
Nota para la valerosa amiga:
Con el mayor cariño y respeto, Natasha, porque te he visto trabajar
sin descanso, con pasión y mística por la cultura, recibe mi conmovida
solidaridad ya que conozco que las críticas de los distinguidos
directivos, se han hecho extensivas hacia tí.
renuncia a la Secretaría de la SEDE y mi desafiliación de la Sociedad
Ecuatoriana de Escritores.
Señora
Natasha Salguero
Presidenta,
Sociedad Ecuatoriana de Escritores
Presente.
De mis consideraciones:
El día de ayer he sido informada que cuatro de los miembros de la
directiva de la SEDE, la Señora Shiela Bravo, la señora Leonor Bravo,
el ingeniero Humberto Vinueza y el doctor Simón Zabala, han expresado
su descontento en cuanto a mi actuación como secretaria de la sociedad
de escritores, porque consideran que me extralimitado en mis funciones
al reenviar a los socios una carta abierta del doctor Fernando
Tinajero y contestar preguntas, de la periodista Ana Minga, del
Comercio, a quien pediré aclarar que mis respuestas fueron a título
personal. En el primer caso, consideré que la carta, viniendo de un
destacado gestor cultural, como es el doctor Tinajero, era
información importante para los escritores, independientemente que
esté de acuerdo o no. Pero asumo como un error el reenvío por no estar
autorizada para hacerlo, en el segundo: dar mis opiniones sobre temas
culturales es un derecho que no estoy dispuesta a ceder. Estas dos
actuaciones mías han suscitado, no solo el descontento de los cuatro
directivos sino también su indignación a tal punto que han decidido
renunciar en bloque.
Ninguno de los cuatro me ha dirigido personalmente las indignadas
críticas, pese a que tienen mis teléfonos, mi dirección y mi correo
electrónico, pero si lo han hecho con terceros, algo que no esperaba
de compañeros leales. Por esta razón me permito presentar ante usted
mi renuncia irrevocable como secretaria de la SEDE y pedirle
comedidamente, retire mi inscripción como miembro de la SOCIEDAD
ECUATORIANA DE ESCRITORES.
Siento no poder seguir cooperando para tratar de resucitar una
organización gremial que estaba en coma cuando la actual directiva se
hizo cargo y a la que le he brindado, durante casi un año, muchísimo
de mi tiempo, de mis conocimientos y hasta algo de mis exiguos
recursos, pues soy desempleada y no recibo auspicio ni beneficio de
ninguna institución pública, autónoma o privada.
Espero que mi renuncia sirva para tranquilidad de los directivos y que
la SEDE se afiance y logre sus mayores éxitos.
Tania Roura Machuca.
Nota para la valerosa amiga:
Con el mayor cariño y respeto, Natasha, porque te he visto trabajar
sin descanso, con pasión y mística por la cultura, recibe mi conmovida
solidaridad ya que conozco que las críticas de los distinguidos
directivos, se han hecho extensivas hacia tí.
viernes, 9 de mayo de 2008
CARTA DE RENUNCIA DE TINAJERO
Quito, 30 de abril de 2008
Señor Doctor Don
Marco Antonio Rodríguez,
Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana
«Benjamín Carrión».
En su despacho.
Señor Presidente:
El día jueves 10 de los corrientes mes y año usted se dignó hacerme conocer la preocupación que le han expresado algunos Presidentes de los Núcleos provinciales y funcionarios de la Matriz acerca del contenido de mis declaraciones públicas relacionadas con la necesidad de proceder a una profunda reorganización de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Aunque usted supo transmitirme ese delicado encargo con la extremada gentileza que le caracteriza, y aunque el 22 del mismo mes me ha manifestado que «ha limpiado mi imagen» ante quienes habían dudado de ella, por las expresiones que tuvo a bien transmitirme en la primera ocasión, he entendido que los señores Presidentes y los funcionarios nombrados me han planteado un dilema: o guardar silencio o retirarme.
He reflexionado largamente sobre este dilema y no encuentro sino una manera de superarlo. Sabe usted que desde mi temprana juventud elegí el oficio de escribir como se elige un sacerdocio, es decir, para siempre. Para mí es inadmisible, por lo tanto (y sigue siéndolo incluso después de las palabras tranquilizadoras que usted me ha expresado en la segunda de las ocasiones mencionadas), que se me pida silencio, o cuando menos moderación, y más todavía si ese pedido es formulado en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, cuyo fundador asentó su obra en dos pilares inamovibles: cultura y libertad.
Mis expresiones públicas, en efecto, no pertenecen a aquel género de cotilleo maledicente al que a veces suelen entregarse ciertos personajes descontentos. Son, por el contrario, la exteriorización de convicciones que jamás he ocultado, como es fácil comprobar en mis propios escritos, y nacen de una vieja preocupación por la cultura de nuestro país, cuyo inmediato porvenir depende de las acciones transformadoras que seamos capaces de ejecutar ahora. Las he propuesto constantemente desde que regresé a esta Casa después de cuarenta años de alejamiento, pero mis propuestas no han tenido eco. Por eso he insistido públicamente en la necesidad de reencontrar el camino y de elaborar las respuestas que el Ecuador de hoy está demandando a la institución. Al hacerlo, no «he dado argumentos a los enemigos de la Casa», como usted insinuó en la primera de las dos conversaciones aludidas, y no lo he hecho por la simple razón de que la Casa no tiene enemigos. Lo que existe es un numeroso conglomerado de hombres y mujeres que anhelan una Casa abierta a todos, una Casa dinámica, que permita desarrollar una suma de acciones colectivas para potenciar la creación, la difusión y la búsqueda de puentes válidos entre las culturas diversas que existen en la Patria. Desgraciadamente, lo que esas personas encuentran (exceptuando quizá el caso de algunos Núcleos provinciales de actividad ejemplar) es una Casa pasiva y burocrática, que parece haber perdido también la capacidad de iniciativa.
En 1966, cuando los jóvenes de entonces llevamos a cabo una movilización que alcanzó todo el territorio nacional y condujo hacia la ocupación física de los locales de la Casa, como una presión ante el gobierno del señor Yerovi para lograr una ley que transformara a la institución, nuestra consigna era doble: en el lenguaje de entonces, decíamos que era preciso popularizar la institución y generalizar sus servicios, a fin de evitar que se orientaran exclusivamente a un grupo cercano a la administración de la época. Hoy, actualizando el lenguaje, podríamos decir lo mismo con dos palabras: la Casa necesita democratización y transparencia. Y es eso, justamente, lo que piden los actores culturales, aquellos a quienes usted se refirió con el nombre de «enemigos de la Casa»: yo coincido con ellos.
Sabe usted que siempre he defendido la tesis sartreana de que toda palabra compromete. Consecuente con esa convicción, debo poner mis actos en el nivel de mis palabras. Por eso, los antecedentes señalados me obligan a presentar ante usted, en forma irrevocable, la renuncia al cargo de Asesor General de la Casa de la Cultura, no sin expresar enfáticamente mi agradecimiento por sus reiteradas manifestaciones de afecto y deferencia, renovadas incluso en la conversación del 22 de este mes, y por su real, sincera y generosa decisión de ayuda personal en algunos momentos difíciles. Son estas manifestaciones las que me hacen sentir en la obligación de expresarle que si nuestras opiniones sobre la Casa parecen ahora ser diferentes, los vínculos de amistad que nos han unido no sufrirán de mi parte ningún cambio.
De usted, muy atentamente,
Fernando Tinajero
Señor Doctor Don
Marco Antonio Rodríguez,
Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana
«Benjamín Carrión».
En su despacho.
Señor Presidente:
El día jueves 10 de los corrientes mes y año usted se dignó hacerme conocer la preocupación que le han expresado algunos Presidentes de los Núcleos provinciales y funcionarios de la Matriz acerca del contenido de mis declaraciones públicas relacionadas con la necesidad de proceder a una profunda reorganización de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Aunque usted supo transmitirme ese delicado encargo con la extremada gentileza que le caracteriza, y aunque el 22 del mismo mes me ha manifestado que «ha limpiado mi imagen» ante quienes habían dudado de ella, por las expresiones que tuvo a bien transmitirme en la primera ocasión, he entendido que los señores Presidentes y los funcionarios nombrados me han planteado un dilema: o guardar silencio o retirarme.
He reflexionado largamente sobre este dilema y no encuentro sino una manera de superarlo. Sabe usted que desde mi temprana juventud elegí el oficio de escribir como se elige un sacerdocio, es decir, para siempre. Para mí es inadmisible, por lo tanto (y sigue siéndolo incluso después de las palabras tranquilizadoras que usted me ha expresado en la segunda de las ocasiones mencionadas), que se me pida silencio, o cuando menos moderación, y más todavía si ese pedido es formulado en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, cuyo fundador asentó su obra en dos pilares inamovibles: cultura y libertad.
Mis expresiones públicas, en efecto, no pertenecen a aquel género de cotilleo maledicente al que a veces suelen entregarse ciertos personajes descontentos. Son, por el contrario, la exteriorización de convicciones que jamás he ocultado, como es fácil comprobar en mis propios escritos, y nacen de una vieja preocupación por la cultura de nuestro país, cuyo inmediato porvenir depende de las acciones transformadoras que seamos capaces de ejecutar ahora. Las he propuesto constantemente desde que regresé a esta Casa después de cuarenta años de alejamiento, pero mis propuestas no han tenido eco. Por eso he insistido públicamente en la necesidad de reencontrar el camino y de elaborar las respuestas que el Ecuador de hoy está demandando a la institución. Al hacerlo, no «he dado argumentos a los enemigos de la Casa», como usted insinuó en la primera de las dos conversaciones aludidas, y no lo he hecho por la simple razón de que la Casa no tiene enemigos. Lo que existe es un numeroso conglomerado de hombres y mujeres que anhelan una Casa abierta a todos, una Casa dinámica, que permita desarrollar una suma de acciones colectivas para potenciar la creación, la difusión y la búsqueda de puentes válidos entre las culturas diversas que existen en la Patria. Desgraciadamente, lo que esas personas encuentran (exceptuando quizá el caso de algunos Núcleos provinciales de actividad ejemplar) es una Casa pasiva y burocrática, que parece haber perdido también la capacidad de iniciativa.
En 1966, cuando los jóvenes de entonces llevamos a cabo una movilización que alcanzó todo el territorio nacional y condujo hacia la ocupación física de los locales de la Casa, como una presión ante el gobierno del señor Yerovi para lograr una ley que transformara a la institución, nuestra consigna era doble: en el lenguaje de entonces, decíamos que era preciso popularizar la institución y generalizar sus servicios, a fin de evitar que se orientaran exclusivamente a un grupo cercano a la administración de la época. Hoy, actualizando el lenguaje, podríamos decir lo mismo con dos palabras: la Casa necesita democratización y transparencia. Y es eso, justamente, lo que piden los actores culturales, aquellos a quienes usted se refirió con el nombre de «enemigos de la Casa»: yo coincido con ellos.
Sabe usted que siempre he defendido la tesis sartreana de que toda palabra compromete. Consecuente con esa convicción, debo poner mis actos en el nivel de mis palabras. Por eso, los antecedentes señalados me obligan a presentar ante usted, en forma irrevocable, la renuncia al cargo de Asesor General de la Casa de la Cultura, no sin expresar enfáticamente mi agradecimiento por sus reiteradas manifestaciones de afecto y deferencia, renovadas incluso en la conversación del 22 de este mes, y por su real, sincera y generosa decisión de ayuda personal en algunos momentos difíciles. Son estas manifestaciones las que me hacen sentir en la obligación de expresarle que si nuestras opiniones sobre la Casa parecen ahora ser diferentes, los vínculos de amistad que nos han unido no sufrirán de mi parte ningún cambio.
De usted, muy atentamente,
Fernando Tinajero
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